Las cuatro estaciones del Escaramujo

Por Yohana Lezcano

I. Hora de receso. Tiempo perfecto para jugar pelota en la primaria. La exigente maestra Nancy aprovecha sus pocos minutos de sosiego para ir a buscar un vaso de arroz con leche que le regalaron. Claudio está en 3 y 2, se acomoda la pañoleta roja mientras se prepara el pitcher…, ¡línea por tercera!, la pelota llega a los files y parece que la conexión va a ser un doble.

Nancy viene entretenida con la canela de su dulce y no se percata que está pisando el improvisado terreno “beisbolero”, Claudio dobla impulsadísimo por primera y ¡zaz! Profesora y alumno ven cómo el arroz con leche va dando vueltas en el aire hasta que cae al piso, salpicando a todo aquel que intenta impedir el accidente. La persecución comienza… el niño casi anota seis carreras huyendo de su profe que apenas puede correr por causa de los restos de dulce que aún quedan en su cara. ¡Al fin lo alcanza! Lo que para muchos es la mejor diversión del receso, para Claudio se convierte en otra visita al director, padres, sermones, disculpas…

-“Sin embargo, después de ese malentendido, la maestra que tanto me regañaba cuando era niño se hizo mi amiga”. Casi 20 años después el protagonista de esta historia nos cuenta las travesuras de su infancia en una invitación a volver a vivir algunos de esos momentos que dejan un aprendizaje como huella.

El espacio para recordar es compartido por estudiantes y profesores de las facultades de Comunicación y Psicología de la Universidad de La Habana; alumnos, maestros y oficiales de algunas Escuelas de Formación Integral (EFI) del país, educadores populares y miembros de la Dirección de Menores del Minint.

Pero esta vez hay un invitado especial entre nosotros. Aún no lo creemos, unas libras de más, el bigote un poco más blanco… pero no hay dudas, es él, tiene el mismo tatuaje cerca de su pulgar derecho, es su voz, es su actitud. Una mezcla de orgullo y satisfacción nos hacen sentir plenos, Silvio Rodríguez, el cantor del amor, la vida, la paz y los sueños está sentado en la alfombra del piso junto a nosotros, está respirando el mismo perfume de los inciensos que nos invita a experimentar desde todos los sentidos la magia de poner en común los más íntimos trozos de recuerdos arrancados a la memoria.

¿Qué nos une a tantas personas de diferentes edades, ocupaciones, gustos y lugares de procedencia? Las ganas de reflexionar y contribuir a la transformación de los modos de vida y comportamiento de adolescentes cubanos que han cometido algún delito. Para ello concentra fuerzas el proyecto Escaramujo y en ese empeño tal iniciativa educomunicativa busca sistematizar sus casi tres años de existencia.

La noche del sábado se nos presenta como momento ideal para reafirmar los motivos que nos hacen sentirnos escaramujas/os y para proyectar en grande todo aquello que sabemos nos queda por lograr. Por eso hemos decidido viajar juntos por cuatro estaciones del alma, esas que nos permiten entregar y recibir regalos…

La INFANCIA es la primera parada de este viaje al recuerdo. La Guantanamera, interpretada por niños de la EFI de La Habana inspira a Dasniel para aproximarse a aquellos días en que su abuela lo amarraba al poste del portal villaclareño para frenar un poco sus trastadas. Aniet se anima a comentar sus aventuras por todos los pueblos de la carretera central entre Camagüey y La Habana, provocadas siempre por las roturas del carro de su papá.

Y como si no bastaran los recuerdos, momentos antes de irse, el Silvio niño contaría las vivencias hermosas y también los momentos feos que caracterizaron su infancia. Su familia no era de grandes posibilidades… “yo no tuve muchas cosas cuando era niño, pero siempre tuve mucha imaginación. Creo que dedicarme a una actividad artística hizo que las cosas que no estaban en su lugar dentro de mí se fueran acomodando”.

Así, la evocación de los instantes decisivos en la historia de cada quien se convierte en detonante para reclamar junto a Eduardo Galeano “el derecho al delirio” que a todos nos toca si aún confiamos en la esperanza.

II. Clase de Matemáticas. Último asiento. Unas motonetas enmarañadas, la blusa salida completamente por fuera de la saya y unas originales obras de arte tatuadas en muslos y brazos con plumas de colores distinguen a Mónica. Las medias que Mayra puso limpias al salir de la casa ya están negras a causa de las marcas de los zapatos de Ricardito, quien acude al recurso desesperado de las patadas ante el famoso truco “moniquiano” de la maquinita de moler carne.

-Mónica Baró, atiende de una vez y dime, ¿cuánto es 4 x 6?

-24 maestra Gladys, ¡a ver, atiéndanme todos a mí ahora! a que la maestra no les ha dicho nunca cuánto es 150 x 5. Yuju, yuju, yo sí sé, mi papá ya me enseñó todo eso hace rato: 750.

-Niña, concéntrate en la clase, no te adelantes más y cámbiate para este puesto sola a ver si dejas atender a Ricardito. Yo no entiendo qué pasa contigo, con lo buena y aplicada que era tú hermana…

Ahora Mónica se divierte refrescando esos pasajes cotidianos de su vida escolar, no pudo estudiar en la Vocacional Lenin -como deseaba su familia- y fue para un politécnico de Contabilidad; sin embargo, esto no le impidió cumplir sus aspiraciones de llegar a la Universidad en donde descubrió por sí misma las potencialidades y valores que antes percibía como ajenas.

Confiando en la posibilidad de dar segundas oportunidades, Idaís retoma a Martí e insiste en encontrar la virtud que existe en cada persona para cultivarla desde la educación en una apuesta por el “mejoramiento humano”, por la “vida futura”.

Para Evelin se trata de no quedarnos inmóviles ante los agobios que nos visitan diariamente, esos que pueden resolverse si hay un poquito de buena fe.

Rodo verbaliza entonces lo que todos estamos sintiendo: cada taller escaramujense puede constituir un punto de giro en la infancia de Elián, Onieski, Juanderley, Yurisleidy, Dangelis, Francis, Odette, Wendy, Raidel y cada uno de los muchachos de las EFI.

Con ese espíritu, el Escaramujo sigue su rumbo y juntos arribamos a la estación ESCUELA. El audiovisual que marca los destinos trae la añoranza por aquellos buenos tiempos y la reafirmación del camino que aún construimos como estudiantes o educadores.

Iniciar la vida escolar significaba ir ganando independencia de la familia. Becarse en lugares distantes a la casa, recoger papas, limpiar pasillos, pintar ventanas, vivir junto a nuevas personas distintas en hábitos e intereses; completaban el arsenal de la experiencia.

En medio de esas emociones que uno no entiende bien cuando las siente tan intensamente, una guitarra inicia la melodía tarareada luego por todos: “Esta es la nueva escuela, esta es la nueva casa…”. Silvio esta vez no quiere esperar al final y pide la palabra, como un escaramujo más. Habla acerca de cómo compuso la canción, describe aquellas “nuevas escuelas al campo” y comenta que también las EFI, son nuevas escuelas. Por último, le dice al muchacho que la había interpretado: “Te doy las gracias por el regalo que ha sido escucharla y recordar”.

El momento se hace propicio para que Célida exprese todo lo aprendido específicamente en las EFI: “Me formé entre las primeras Makarenko. Creí saber mucho de educación y cuando me incorporé a esta escuela eso cambió. Entendí que se necesitaba una mayor preparación y sensibilidad para trabajar con estos niños iguales a otros pero con necesidades específicas según cada individualidad en el terreno de los afectos, de la educación, de la preparación ante los problemas de la vida y del medio en que se desenvuelven”. La lucha porque se reconozca toda la atención material y espiritual que existe en las Escuelas de Transformación Integral es otro de los cometidos del Proyecto Escaramujo.

III. Habitación semioscura, silencio total. Yohana es la primera en levantarse, ha practicado tantas veces que puede servir de monitora. La lucecita del proyector alcanza para ver las letras del Escaramujo debajo de unas figuritas blancas alojadas en el lado izquierdo de los pulóveres rojos, esos que van tomando espontáneos diseños según el estado de ánimo de cada participante.

Rubén se adelanta a la música, Emilio se resiste a poner las manos como si él fuese un tenedor -ya está muy grande para eso-, sin embargo goza en grande con la parte del fú fú de la “olla exprés”. Mientras Rotyam canta a todo pulmón, Bety se contenta con aprenderse cada una de las piruetas en una coreografía muy propia que -sin proponérselo- integra salsa, rumba y bachata a la vez. Por su parte, la destreza de Sixela y las improvisaciones de Magela motivan a abandonar la pereza a quienes aún están sentados…

Pudiera parecer una competencia de baile en un programa humorístico o una audición para integrar alguna carroza del carnaval infantil, pero realmente es una fiesta de amigos que no temen al aparente ridículo si de diversión sana se trata.

El baile de la taza ya va convirtiéndose en una suerte de “rito distintivo escaramujense”, lo que suena tonto o cursi para muchos, nos sirve de pretexto para reírnos de nosotros mismos, liberar energías y consolidar los lazos emotivos que vamos construyendo. Este es un buen obsequio si nos proponemos constituir de a poco nuestra identidad grupal.

De esta forma, cada quien muestra su estilo en una dinámica donde el supuesto sinsentido es la mayor enseñanza. La alegría, el entusiasmo, la creatividad y las ganas de transformar no necesitan de caminos rígidos pautados por “lo correcto”, lo “serio” o lo “normal”. Si a ello se le suma la voluntad de hacer lo que nos gusta acompañados de nuestros amigos, estamos abonando el trillo hacia la felicidad.

Y es que desandar los pasos que dimos en la infancia y la escuela nos permite valorar mejor la importancia de llegar a la estación de la AMISTAD. Maylén y Ana María confiesan que sus amigos, fundamentalmente los del pre, significaron toda la comprensión y el apoyo para ellas. Sirve este momento para homenajear a los amigos, garantía de nuestras realizaciones y éxitos, y compañía en los tropiezos.

“Los adolescentes de las EFI también se convierten en nuestros amigos”, destaca Nadia pensando en aquella carta de gratitud que redactara Maydelín, una niña de Villa Clara que se sintió periodista durante 15 días y demostró cuán útil podía ser a la sociedad.

Compartir afectos pasa también por enseñar a perder el miedo a decir, a pensar, a ser. Otorgar la confianza merecida es la única manera de poder “dibujar sus casas y soles sin hacerlos trizas” y no tener que “tragar en seco la amargura”. Esta es una de las esencias del regalo de Joel, quien toma prestadas las palabras de Silvio en “Acerca de los padres” para animarnos a seguir los rumbos.

IV. 8:00 AM. El despertador suena una hora tarde. El mayor Tolón había prometido recoger temprano a Niurka y a Tania en el Vedado para llevarlas a la EFI. El cuentamillas del Lada azul roza los 60 km. En el apuro el oficial no se acuerda de la señal de pare por la que pasa todos los días camino al trabajo. Uaaaun, uaaaun, uaaaun…, la sirena de una patrulla delata la infracción de tránsito.

-Dime tú, ahora qué clase lío este, ¡no puedo violar la norma de la puntualidad que acordamos en el taller de sistematización!

Tolón baja del carro con la serenidad otorgada por aquel pulóver rojo del dibujito blanco a la izquierda y le dice al policía:

-Oiga, usted me disculpa, pero yo soy del proyecto Escaramujo, y tengo que llegar temprano a la EFI José Martí.

-¿Escaramujo, y eso que es, un bicho, un invento?

-No compadre, ¿la canción de Silvio?, ¿el proyecto de Educación Popular con niños de la EFI?, ¿no le suena?…

-Oye no te preocupes, sigue, sigue que esto no tiene problema.

El mayor llega por fin a la escuela, pero todavía no puede entrar al taller, le queda por hacer una gestión para la noche especial del sábado: conseguir una caja de mangos de la arboleda de al lado.

Cruzando la cerca recuerda sus maldades de niño, cuando le pusieron dos actas de advertencia por meterse en una finca vecina para “hacer un poquito de jugo con unos cuantos manguitos”.

-Este es el mejor regalo que puedo hacerle a Escaramujo: una caja de mangos para endulzar la vida…

Y Tolón nos regala más, a las frutas las acompañan una hiperactiva colección de fotos de adolescentes de la José Martí y una historia de alumnos y maestros que relaciona las paradas de la niñez, la escuela y los amigos con la última estación a transitar: los SUEÑOS.

Soñar se traduce, pues, en visualizar el futuro del proyecto. Anhelamos que la experiencia se socialice y se multiplique intensivamente en los territorios provinciales con la ayuda de distintos actores implicados, que los muchachos egresados de las EFI puedan ser coordinadores de otros talleres junto a los de la universidad, que Escaramujo se enriquezca con formas comunicativas otras más allá del audiovisual, que la Educación Popular siga mostrando sus potencialidades para el trabajo en escuelas con alto rigor disciplinario, que cada niño de las EFI tenga la oportunidad y la voluntad para materializar sus sueños….

Esta vocación motiva a Silvio para entregarnos a todos la dicha de ver al arte, la comunicación, o cualquier acto creativo como vehículo para crear historias propias, emprender nuevos derroteros y revisitar los senderos andados: “Me parece una experiencia muy interesante la de ustedes. Me gusta mucho que utilicen el arte, creo que el arte es curativo. Me parece que todo lo que se haga a través de crear condiciones para que las personas se expresen y saquen lo que tienen dentro, nos hace mejores”.

Los consejos del poeta nos invitan a seguir soñando lo posible: “Me ha gustado verlos tocar la guitarra, cantar y bailar. Me encanta que rían, que todo lo que hagan ustedes lo hagan riendo. La risa nos hace respirar, nos ensancha los pulmones y yo creo que también nos ensancha el espíritu”.

Nuestra convicción de poder alcanzar los horizontes, sabiendo que el camino es duro pero realizable, es incentivada con la canción final que nos obsequió el trovador. Escucharla nos llena de una insaciable “sed de amor” que nos provoca a ser eternos novios de la vida.

La ruta del Escaramujo se hace infinita en el clamor por la fantasía. El cierre momentáneo de este místico viaje que no termina contiene un pedacito de cada uno de nosotros: múltiples fotos grupales, risas, ansiedades, más promesas por cumplir, juegos de palabras, de fantasmas, de policías y ladrones…

Escaramujo es una de las formas que encontramos para abogar por la libertad, la verdadera, la que se siente, se vive y se defiende desde la autenticidad de cada ser humano. Ser libres es la única condición para poder imaginar, para sonreír, para ser, para amar, para soñar. ¡Gracias por eso Escaramujo!

Acerca de rodoguanabacoa

Periodista, educador popular, escaramujo... amante de la historia de mi país: Cuba.
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Una respuesta a Las cuatro estaciones del Escaramujo

  1. marqué «me gusta», pero en verdad sabes que ME ENCANTA!!.

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